"Mister
Burke era todo un hombre, un caballero en toda la
acepción del vocablo. Fue pieza fundamental
en las relaciones del Club San Martín y la
Compañía Argentina de Cemento Portland.
Si antes lo fueron otros, sin duda Mr Burke, lo
fue de manera muy valiosa.
Siempre en los instantes de las celebraciones y
cuando las copas burbujeantes son elevadas para
el clásico choque del brindis, habrá
sin duda una pausa. Es que todos los ojos ávidos
de reencuentros en el jubileo del cincuentenario
buscarán la robusta figura de Don Walter
C. Burke con su clásico cigarro, la copa
en mano y en su rostro rosado en el cual una sonrisa
amplia y esa bonhomia, diría de su alegría
de estar junto a todos los serranos. Pero es una
visión. El, físicamente hace largos
años - nos dejó en 1964 - no
está con nosotros, pero su espíritu,
su hidalguía, su hombría de bien y
su pasión aurinegra nos acompañará
como nos acompañó siempre.
Su fallecimiento fue un duro golpe para nuestra
entidad. Nunca podremos olvidar lo mucho que hizo
por nuestro club. Todos nuestros jugadores fueron
sus hijos adoptivos. Es que San Martín fue
su pasión deportiva y nos acompañó
en las buenas y en las malas. Siempre creyó
en el León Serrano, puesto que admiraba su
fuerza y su garra."
Del Libro de las Bodas de Oro del Club San Martín
(1921 - 18 de Agosto - 1971)
Walter
Burke fue presidente de la institución
aurinegra durante tres períodos: 1951-1952,
1959-1960 y 1960-1961, demostrando
siempre una devoción impresionante por los
colores aurinegros. Una anécdota que bien
pinta la pasión de Mister Burke es aquella
que ocurrió en Minas, Uruguay, cuando
la delegación del club fue a jugar a las
bochas contra "25 de Mayo", en 1949:
Emocionado,
cigarro y whisky en mano dijo: "Cada tanto
nuestro lo celebraré con un vaso de Whisky"...
y lo gracioso fué que se jugó el partido
y la revancha, que resultó en una victoria
para cada equipo y luego la final que ganó
San Martín. Como podemos ver fueron unas
cuantas medidas, en realidad 47, pero lo
hizo sin titubear ni echarse atrás... nada
le hacía faltar a la palabra empeñada.
|